domingo, 1 de noviembre de 2015

La golondrina de mi futuro.



   Corría sin parar, con ningún rumbo fijo, tan solo con aquel al que sus piernas le dirigían. Miles o incluso millones de árboles se arremolinaban a su alrededor, pero estaba decidida a que eso no fuera un impedimento para seguir. De repente, ante ella se dispuso un gran claro apartado del mundo del que ahora mismo ansiaba alejarse. Aminoró el paso hasta casi terminar caminando pausadamente hacia el gran claro al que le había llevado el inmenso laberinto. Se paró inesperadamente en el centro de aquella gran espesura, cruzó levemente las piernas y fue bajando lentamente hasta casi rozar el suelo. Cerró ligeramente los párpados mientras aspiraba el delicado olor impregnado por la gran variedad de flores que se disponía a su alrededor. Oía el ligero roce de las ramas impulsado por pequeñas ráfagas de aire fresco. De repente un suave aleteo la despertó de su ensoñación. Una gran discusión se cernía en su interior, la curiosidad o el recelo a lo que podría encontrar ante sí. Decidida no le daría más opciones a la duda, después de todo eso era lo que la había conducido de una forma u otra hasta aquel lugar. Poco a poco fue abriendo ligeramente los ojos, hasta darse cuenta de lo sucedido. Una pequeña golondrina de extraordinarios colores la miraba fijamente. Sorprendida, desconcertada tal vez, no sabía cual de estos sentimientos predominaba en esos momentos. Casi de forma instintiva, quiso levantarse y acercarse aun más, ver si realmente era aquello cierto, o simples divagaciones de una mente llena de ensoñaciones. Tras unos segundos, dedujo que en algún momento tendría que moverse, aunque simplemente fuera un ligero movimiento para evitar que se le durmiera manos y piernas. Pero no quería o no podía dejar que todo se esfumara por un insignificante movimiento. La fuerza e intensidad con la que aquel ave conseguía introducirse en su interior era casi humano, como probablemente ninguna otra persona se molestaría en hacer ahora. Decidió arriesgarse como probablemente hacía mucho tiempo que no se atrevía. Dejó caer suavemente los brazos a ambos costados mientras intentaba ponerse de rodillas lo más sigilosamente posible. Intentaba tranquilizar su respiración, haciéndola más pausada para evitar alertar al enigmático animal. Parecía conseguirlo poco a poco, cuando se desestabilizó y cayó suavemente a un lado, lo suficiente como para ahuyentar a cualquier animal, pero al parecer no lo suficiente como para alejarlo a él. Extrañamente el siguió con su misión acercándose lentamente hacia ella. Su sorpresa ya era algo inexplicable, increíble, indescriptible. La paz y tranquilidad que aquel ser emanaba con cada paso. Cuando apenas quedaban unos milímetros de distancia, decidió que era momento de que ella se arriesga, quiso levantar la mano lentamente para alcanzar a tocar ese suave plumaje, pero inesperadamente el pequeño animal levantó las delicada alas. De forma instantánea sus esperanzas se esfumaron de forma fugaz hasta que vio  sus intenciones, posarse sobre el dorso de su mano. Lo único que necesitaba para entender lo que debía hacer. Se levantó rápidamente con el brazo aún en alto. Subió las colinas próximas, pese al gran esfuerzo, estaba decidida a lograrlo. Tras la dura caminata llegó a la esperada cima, donde pudo ver, admirar y sentir las preocupaciones y alegrías de esa ciudad a la que llamaban hogar, la que la oprimía y le obligaba a comportarse de manera ridícula y un tanto racional. Sin dejarle ser o actuar realmente como quería o simplemente le apetecía. Mostrarse realmente como era, es y le gustaría llegar a ser un futuro. Porque condicionarnos  es algo que nadie debería tener el placer de hacer, puesto que ni siquiera nosotros sabemos el límites de nuestras capacidades o nuestro gran potencial. Dejar de ser pequeños pájaros enjaulados y convertirnos en seres libres. Se dio la vuelta, dándole la espalda a aquello que a partir de ahora lo llamaría tan sólo un recuerdo más del pasado. Para vivir una vida que le perteneciera , aunque vivir en una sociedad sin críticas ni prejuicios y tan siquiera ordenes o mandatos es algo que aún no hemos aprendido a hacer.